viernes, 9 de agosto de 2013

La integridad


El gasto en mascotas en EEUU superó en 2011 los cincuenta mil millones de dólares (superior al PIB de muchos países). Estos gastos no se refieren únicamente a comida y vacunas, sino que también incluyen peluquerías, ropa, guarderías para cuando los dueños no están en casa, seguros médicos o planes de pensiones. En el resto de países ricos la situación no es muy diferente (aunque lógicamente a menor escala).
               
¿Por qué queremos tanto a nuestras mascotas? Muchas son las razones que pueden justificar nuestro amor hacia ellas: son fieles, nos quieren de forma incondicional (al menos en el caso de los perros), dependen de nosotros para sobrevivir (lo que genera una especie de sentimiento de paternidad). Pero una de las razones más importantes es que son íntegros, no en el sentido de honrados y justos, sino en la acepción de que son de una sola pieza. No tienen las múltiples caras que tenemos los humanos en función de la situación social en la que nos encontramos. No cambian la opinión que tienen hacia nosotros dependiendo de si estamos o no delante. Esto nos genera confianza, nos da la seguridad de que podemos contar con ellos, de que sus actos son sinceros y no medidos en función de otros intereses. Nos tranquiliza saber que no nos van a defraudar descubriendo quiénes son realmente cuando creen que no estamos allí para verlos u oírlos.

Cuenta una fábula que un príncipe hirió de muerte a un campesino en una de sus cacerías. Erró un disparo dirigido a un ciervo al que perseguía durante varios kilómetros, con tan mala fortuna que la bala terminó por alcanzar a un hombre que se encontraba labrando sus tierras. La hija del campesino, que tenía entre los lugareños fama de bruja, lanzó sobre él una maldición destinada a hacerle perder toda su fortuna.
Desde ese día, un pájaro mágico que tenía la capacidad de hablar, volaba siempre alrededor del príncipe. Éste al principio no le dio importancia pero pronto descubrió la tarea del ave. Cada vez que el príncipe tenía una conversación y hablaba de otras personas que no estaban allí presentes, el pájaro buscaba a esas personas y les comunicaba todo lo que el príncipe había dicho de ellas.
Pronto todos los príncipes y princesas de los reinos aledaños conocían todo lo que el príncipe decía de ellos cuando no estaban presentes. El príncipe cada día se encontraba más sólo y su reino más amenazado, pues bastaba que pronunciara una mala palabra sobre alguien para conseguir la enemistad con dicha persona. Trató de matar al pájaro, le disparó, le lanzó piedras, ideó trampas para atraparlo, pero todo fue inútil, el ave siempre esquivaba sus embestidas.
No tuvo más remedio que empezar a hablar y a comportarse como si todo el mundo estuviera presente, como si todos le pudieran ver y oír. Pasaron los meses y dejó de importarle que el pájaro estuviera a su lado, no tenía nada que ocultar y su comportamiento era íntegro. El resto de nobles y príncipes empezaron a apreciarle más, confiaban en él, sabían que no les ofrecía una cara a ellos y luego variaba cuando hablaba con otros.
De alguna manera era ahora más feliz y hacía más feliz a la gente. Buscó a la hija del campesino para disculparse por lo ocurrido y prometió controlar sus cacerías con el fin de que no se produjeran más accidentes. Le dio un baúl de monedas de oro para que su familia pudiera vivir dignamente sin el sustento de su padre. La muchacha, al ver su arrepentimiento sincero, deshizo el hechizo y el pájaro desapareció. Pero al príncipe ya no le molestaba su presencia e incluso llegó a echarle de menos. Siguió comportándose como si el ave estuviera siempre a su lado.

Si al hablar de otros pensamos que el pájaro mágico está a nuestro lado y nos imaginamos qué pensarían esas personas si nos estuvieran oyendo hablar así de ellas, este ejercicio mental nos ayudaría a ser más íntegros. No significa que seamos menos libres, sino que nuestras opiniones, sean éstas las que sean y de quien sean, las defendemos del mismo modo sin importar quiénes nos escuchan o en la situación social en la que nos encontramos.

Tal vez así muchos seres humanos canalizarían parte de ese amor que sólo sienten por los animales hacia otros seres humanos, y algunos de esos gastos desproporcionados que van más allá de la alimentación y la vacunación de las mascotas podría destinarse a alimentar a otros seres humanos que se encuentran desnutridos.