sábado, 16 de julio de 2011

Si fuéramos nazis

En La lista de Schindler (Steven Spielberg, 1993) el oficial de las SS Amond Leopold Goeth (Ralph Fiennes) le dice a Oskar Schindler (Liam Neeson) que si no hubiera guerra ambos serían personas normales.
Han tomado caminos opuestos con respecto al mundo que les ha tocado vivir. Amond ha aprendido que en esa situación acabar con vidas humanas le ayudará a obtener más riqueza y poder, y lo hace. Oskar, al contrario, llega a arriesgar su propia vida para salvar la de otros. Entre ambos extremos, millones de personas que simplemente se dejan llevar.
Pero Amond tiene razón, si hubieran nacido en otro momento y en otro lugar ambos serían personas normales. Amond no sería un asesino porque eso le acarrearía problemas en lugar de beneficios. Puede que incluso cayera bien a la gente y fuera considerado una buena persona.

Podemos dar la vuelta al problema y pensar, en lugar de qué serían ellos si hubieran nacido en otro sitio, qué seríamos nosotros si nos hubiera tocado vivir en la Alemania nazi de 1940. ¿Hubiéramos luchado contra el sistema, nos habríamos dejado llevar o seríamos capaces incluso de hacer lo posible por prosperar en esa sociedad?
Todos nos identificamos rápidamente con Oskar Schindler y odiamos profundamente a tipos como Amond, pero si existieron tantos como él es porque hay muchos potenciales oficiales de las SS en cualquier sociedad.
No podemos saber cómo habríamos sido pero sí podemos pensar cómo somos en el mundo que nos ha tocado vivir. ¿Hacemos algo por cambiarlo, nos dejamos llevar o aprovechamos todo lo que está en nuestra mano (y es aceptado por la sociedad y legal) para ir adquiriendo riquezas y poder?
Ante una injusticia, ¿defendemos rápidamente al débil, dejamos las cosas correr o nos preocupamos de que la próxima vez seamos nosotros los favorecidos por dichas injusticias?
¿Tratamos de ayudar a los pobres, a la gente del tercer mundo, a los que están solos o por el contrario pensamos que la vida es dura y que cada cuál se las apañe como pueda que nosotros ya tenemos bastante con preocuparnos de nosotros mismos?
¿Aprendemos las reglas del juego y tratamos de ganar o por el contrario nos esforzamos por cambiar las reglas que nos parecen injustas?

¿Pensamos que los inmigrantes tienen los mismos derechos laborales, sanitarios y educativos que nosotros o que de algún modo merecen menos? ¿Y las mujeres, o los que no profesan nuestra religión? ¿Miramos a un musulmán igual que a un cristiano? Si no es así, ¿cómo íbamos a ser capaces de esconder judíos en nuestra casa si encima eso podría costarnos nuestra propia vida? ¿No sería más fácil dejarlos que se apañaran como pudieran o incluso denunciar a otros para ganarnos algún tipo de favor?

Todos tenemos más de Amond de lo que creemos y menos de Schidler de los que nos gustaría. Schindler decía que la guerra saca a la luz lo peor de cada persona.
Tendríamos que intentar que la paz sacara a la luz lo mejor de cada uno de nosotros.

lunes, 4 de julio de 2011

El próximo hombre

Hace dos millones de años un Homo Habilis se refugiaba en una cueva del este de África para comerse un pedazo de carne. Ésta había sido desechada minutos antes por algún otro depredador y el homínido la separaba de los huesos ayudándose de una piedra tallada por él mismo.

Hace un millón de años, un Homo Erectus asaba en un hoguera situada en el interior de una cueva de la actual China, un pedazo de carne que había cazado minutos antes ayudándose de un hacha tallada por él mismo.   

Hoy en día, los Homo Sapiens lanzamos satélites al espacio, pisamos la luna, duplicamos nuestra esperanza de vida, nos asomamos a los ladrillos de la materia y a los albores del universo. Y aún no hemos alcanzado todo nuestro potencial, si somos capaces de no autodestruirnos, en los próximos siglos seguiremos logrando proezas que ahora nos resultan inimaginables.

Pero, ¿qué pasará dentro de un millón de años? ¿No habrá otro Homo cuya capacidad intelectual sea incomparablemente superior a la nuestra? ¿Qué proezas podrá alcanzar este nuevo Homo?
Al igual que ha ocurrido en el pasado, cualquier día, ya sea mañana o dentro de miles de años, se producirá una mutación que producirá un ser que no podremos considerar de nuestra especie. Nacerá de unos padres normales pero con una mutación que le hará completamente diferente de sus progenitores, como ya ha ocurrido varias veces en los últimos millones de años.
¿Qué será capaz de hacer? ¿No le resultarán todas nuestras proezas de una ingenuidad comparable a la que sentimos nosotros al ver los logros del Homo Erectus?

Darwin nos enseñó que el ser humano no ha sido creado como lo vemos hoy en día sino que es un producto de la evolución y el hombre ha tenido que aprender a vivir con ello. Pero se consuela pensando que es la culminación de dicha evolución, el fin del producto, el diseño capaz de comprenderlo todo.
Tal vez deberíamos ser más humildes y pensar que puede que sea así, pero que es muy probable que nuestra especie no sea sino un eslabón más, y que nuestro potencial será un juego de niños para la especie que nos de el relevo, un capítulo en el libro de historia del próximo hombre.