viernes, 1 de junio de 2012

Mil días

Era de noche en la celda. El castillo estaba en silencio. En su cabeza retumbaba la sentencia dictada por el juez: "El acusado, Juan Heredia, será ahorcado mañana al amanecer". Al amanecer. Era demasiado pronto, apenas le quedaban unas horas. No era joven, tenía ya 57 años, pero tenía las mismas ganas de vivir que cuando era un chaval, sobre todo ahora que veía tan próximo el fin.
Ya no vería más atardeceres, nunca más podría observar al sol desaparecer, al cielo oscurecerse poco a poco, pintando el horizonte de rojo y después, todo de negro. Al menos le quedaba un amanecer. Cogió el taburete de madera y se asomó por la pequeña ventana que daba al exterior. No pensaba perderse un sólo rayo, un sólo tono, no se despistaría ni un segundo.
Si tan sólo le dieran un día más, sólo uno, podría saborear cada hora, aprovechar hasta el último instante. Ése sería su último deseo: suplicar el aplazamiento por un día de su ejecución, aunque sabía que no serviría de nada.
El carcelero abrió la puerta y el juez apareció ante él: "Tienes suerte de tener amigos influyentes. Quedarás libre durante mil días. Transcurrido este tiempo serás de nuevo apresado y se te dará muerte”.
¡Mil días! No podía parar de dar saltos de alegría. Mil amaneceres, mil atardeceres, mil mañanas y mil tardes para disfrutar. Toda una vida se abría ante sus ojos. No podía haber en el mundo nadie más feliz que él.
 ---
La religión de aquella isla establecía una norma tajante: todos los varones serían sacrificados al cumplir los 60 años para aplacar la ira de los dioses. Joseph ya tenía 57. Decidió calcular cuántos días le restaban: tan sólo mil. Su vida se acababa, debía entregarla como pago a unos dioses de cuya existencia no estaba demasiado seguro. Huir de aquella isla era tarea imposible, nadie lo había logrado nunca.
Pasaba los días triste y cabizbajo, incapaz de apartar de su mente su triste e inminente destino. Era de los más viejos del lugar, había gastado ya el 95% de su vida. Ya no podría emprender ningún nuevo proyecto. No conseguía darle sentido a ninguna actividad porque sabía que ésta se vería truncada en poco tiempo. Ojalá fuera más joven, daría lo que fuera por poder dar marcha atrás una o dos décadas a su reloj. Entonces sí dispondría de tiempo y no de sus miserables mil días.

2 comentarios:

  1. Fuerte es la naturaleza subjetiva de nuestros sentimientos y proceder, sin duda, pero en esa subjetividad el amo y señor es nuestro subconsciente, sin apenas intervención posible de forma consciente. Se puede intentar actuar sobre ella, pero muchas veces no lo conseguimos.

    El tema del Carpe Diem frente a la muerte es un tema que lleva un par de semanas persiguiéndome y atormentándome @_o Estoy algo afectado anímicamente por un reciente encuentro cercano con la muerte, y ahora mismo no puedo verlo de otra forma: Da igual. Si aprovechamos o no el tiempo vamos a morir. Si somos plenamente felices o desdichados vamos a morir. Si nos atrevemos a todo y saltamos el barranco da igual. Vamos a morir, y con nuestra muerte todas nuestras vivencias se perderán, como lágrimas bajo la lluvia. Desapareceremos y lo poco que quede nuestro aquí no nos podrá dar ni siquiera igual, puesto que a nosotros ya no nos dará, simplemente.

    Creo que la única gran verdad, es que todo es mentira... :-$

    ResponderEliminar
  2. Yo creo que sí que sirve de algo lo que hacemos, aunque a menudo parezca que no. Es sobre lo que escribí por ejemplo aquí http://ellaberintodelalma.blogspot.com.es/2011/12/la-tela-de-arana.html y tú también has escrito muchas veces sobre el tema.
    La vida a veces es muy triste pero por suerte los momentos de desánimo también se pasan y se vuelve a ver la vida con un poco de optimismo. Ya lo verás.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar