jueves, 8 de noviembre de 2018

Estados Unidos del Mundo


Hoy es el gran día. Se ha firmado el Tratado por el que todo el mundo se une en un solo país: Estados Unidos del Mundo. Quedaban algunos estados reticentes, pero hoy por fin todos se han sumado al acuerdo.

Tras décadas de globalización, los seres humanos han sido conscientes de que todos son ciudadanos del mismo mundo. Los países eran sólo la versión moderna y amplificada del concepto de tribu. “Mi tribu tiene una identidad y unos recursos, mi tribu comercia con tu tribu, mi tribu lucha contra tu tribu”. En realidad, todos los seres humanos formamos una única tribu. Las fronteras son líneas arbitrarias que cada vez cuesta más definir qué separan. En un mundo globalizado, las lenguas, las costumbres, los gustos… la forma de ver el mundo, en definitiva, es muy similar con independencia de la frontera que cruces.

A partir de hoy no habrá fronteras. Los diez mil millones de ciudadanos del mundo tendrán un Documento de Identidad que les identificará en cualquier rincón del planeta. Podrán moverse libremente por todo el globo terrestre. Todas las personas serán libres de establecerse allá donde deseen y el lugar de nacimiento no será más que una anécdota biográfica.

Todos los países siempre han aspirado a regirse por democracias libres, protegidas por Constituciones que tienen mucho en común. La mayoría están de acuerdo en los mismos derechos fundamentales y en similares reglas de juego, y aquello en lo que se discrepa se puede votar democráticamente. A partir de hoy, todo el mundo tendrá los mismos derechos y las mismas obligaciones, amparados por la Constitución Mundial que se ha aprobado en referéndum por mayoría de los habitantes del planeta.

Las leyes que gobiernan a los ciudadanos y a las empresas serán las mismas en todos los lugares. Los impuestos que gravan aquello que consumimos o nuestros salarios también serán independientes de la ciudad que habitemos, y servirán para garantizar una sanidad y una educación pública y universal. Habrá también derecho a una pensión de jubilación y a un seguro de desempleo, según lo convenido en los tratados firmados.

El Congreso Mundial gobernará el mundo y tendrá sede inicial en Washington durante dos años, teniendo a partir de entonces carácter rotatorio bienal entre las principales ciudades de los distintos continentes. Los Ministerios Mundiales se repartirán entre los diferentes continentes, de forma que todos ellos acojan uno o varios ministerios. El Ministerio de Asuntos Exteriores no será necesario a partir de ahora.

El Congreso Mundial se elige cada cuatro años con el voto de todos los ciudadanos del mundo mayores de edad. Pueden presentarse tantos partidos políticos como deseen y todo el mundo es libre de pertenecer a uno de ellos. Ningún partido político podrá proponer medidas orientadas únicamente a favorecer ciertas ciudades o regiones del globo (del mismo modo que no se pueden proponer medidas para favorecer ciertas religiones, razas o sexos). Todos los partidos llevarán en sus programas (y estarán obligados a implementar) medidas que afecten a todos por igual.

El Congreso Mundial dictamina leyes a nivel global, si bien cada ciudad tendrá un gobierno municipal con cierto nivel de independencia, con las competencias descritas en la Constitución Mundial.

El ejército se reducirá a su mínima expresión porque ya no habrá nunca más guerras entre países. Se conservará algún arma de largo alcance (por si por ejemplo un día es necesario lanzar un misil con cabezas nucleares contra un asteroide que va a impactar contra la Tierra), pero ya no será necesario que cada país cuente con un ejército (tanques, aviones de combate, submarinos…). Las pocas armas que se conserven (y el personal a cargo) estarán directamente supervisadas por el Congreso Mundial.

1 comentario:

  1. Nuestras sociedades desde el principio siempre han sido el resultado de nuestra naturaleza. Somos nosotros individualmente los que con nuestra forma de relacionarnos con los demás le damos forma y límites a dichas sociedades.

    De esta forma somos nosotros, nuestras maravillas y nuestras miserias las que salen a relucir a la hora de organizarnos en tribus, pueblos, ciudades, países, mundo...

    El sentimiento nacionalista, es decir, sentir que nuestra calle es la mejor del barrio, que nuestra ciudad es mucho más que la contigua, que nuestro país no puede permitir que nadie insulte sus símbolos es algo intrínseco al ser humano.

    Tod@s, por suerte unos menos que otros, tenemos dicho instinto como parte de la herencia genética mucho más perezosa para adaptarse a los feroces y fulgurantes cambios que sufrimos como especie de lo que debería.

    Siendo así, como se ensaya en muchas historias de ciencia ficción, quizá solo otros seres que no fueran humanos nos harían darnos cuenta de que realmente somos tod@s iguales.

    Como diría Serrat: "Defender la utopía, por encima de todo"

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