Hoy es el gran día. Se ha firmado
el Tratado por el que todo el mundo se une en un solo país: Estados Unidos del
Mundo. Quedaban algunos estados reticentes, pero hoy por fin todos se han
sumado al acuerdo.
Tras décadas de globalización,
los seres humanos han sido conscientes de que todos son ciudadanos del mismo
mundo. Los países eran sólo la versión moderna y amplificada del concepto de
tribu. “Mi tribu tiene una identidad y unos recursos, mi tribu comercia con tu
tribu, mi tribu lucha contra tu tribu”. En realidad, todos los seres humanos formamos
una única tribu. Las fronteras son líneas arbitrarias que cada vez cuesta más
definir qué separan. En un mundo globalizado, las lenguas, las costumbres, los
gustos… la forma de ver el mundo, en definitiva, es muy similar con independencia
de la frontera que cruces.
A partir de hoy no habrá
fronteras. Los diez mil millones de ciudadanos del mundo tendrán un Documento
de Identidad que les identificará en cualquier rincón del planeta. Podrán
moverse libremente por todo el globo terrestre. Todas las personas serán libres
de establecerse allá donde deseen y el lugar de nacimiento no será más que una
anécdota biográfica.
Todos los países siempre han
aspirado a regirse por democracias libres, protegidas por Constituciones que
tienen mucho en común. La mayoría están de acuerdo en los mismos derechos
fundamentales y en similares reglas de juego, y aquello en lo que se discrepa
se puede votar democráticamente. A partir de hoy, todo el mundo tendrá los
mismos derechos y las mismas obligaciones, amparados por la Constitución
Mundial que se ha aprobado en referéndum por mayoría de los habitantes del
planeta.
Las leyes que gobiernan a los
ciudadanos y a las empresas serán las mismas en todos los lugares. Los
impuestos que gravan aquello que consumimos o nuestros salarios también serán
independientes de la ciudad que habitemos, y servirán para garantizar una
sanidad y una educación pública y universal. Habrá también derecho a una
pensión de jubilación y a un seguro de desempleo, según lo convenido en los
tratados firmados.
El Congreso Mundial gobernará el
mundo y tendrá sede inicial en Washington durante dos años, teniendo a partir
de entonces carácter rotatorio bienal entre las principales ciudades de los
distintos continentes. Los Ministerios Mundiales se repartirán entre los diferentes
continentes, de forma que todos ellos acojan uno o varios ministerios. El
Ministerio de Asuntos Exteriores no será necesario a partir de ahora.
El Congreso Mundial se elige cada
cuatro años con el voto de todos los ciudadanos del mundo mayores de edad. Pueden
presentarse tantos partidos políticos como deseen y todo el mundo es libre de
pertenecer a uno de ellos. Ningún partido político podrá proponer medidas
orientadas únicamente a favorecer ciertas ciudades o regiones del globo (del
mismo modo que no se pueden proponer medidas para favorecer ciertas religiones,
razas o sexos). Todos los partidos llevarán en sus programas (y estarán
obligados a implementar) medidas que afecten a todos por igual.
El Congreso Mundial dictamina
leyes a nivel global, si bien cada ciudad tendrá un gobierno municipal con
cierto nivel de independencia, con las competencias descritas en la Constitución
Mundial.
El ejército se reducirá a su
mínima expresión porque ya no habrá nunca más guerras entre países. Se
conservará algún arma de largo alcance (por si por ejemplo un día es necesario
lanzar un misil con cabezas nucleares contra un asteroide que va a impactar
contra la Tierra), pero ya no será necesario que cada país cuente con un
ejército (tanques, aviones de combate, submarinos…). Las pocas armas que se
conserven (y el personal a cargo) estarán directamente supervisadas por el
Congreso Mundial.
Nuestras sociedades desde el principio siempre han sido el resultado de nuestra naturaleza. Somos nosotros individualmente los que con nuestra forma de relacionarnos con los demás le damos forma y límites a dichas sociedades.
ResponderEliminarDe esta forma somos nosotros, nuestras maravillas y nuestras miserias las que salen a relucir a la hora de organizarnos en tribus, pueblos, ciudades, países, mundo...
El sentimiento nacionalista, es decir, sentir que nuestra calle es la mejor del barrio, que nuestra ciudad es mucho más que la contigua, que nuestro país no puede permitir que nadie insulte sus símbolos es algo intrínseco al ser humano.
Tod@s, por suerte unos menos que otros, tenemos dicho instinto como parte de la herencia genética mucho más perezosa para adaptarse a los feroces y fulgurantes cambios que sufrimos como especie de lo que debería.
Siendo así, como se ensaya en muchas historias de ciencia ficción, quizá solo otros seres que no fueran humanos nos harían darnos cuenta de que realmente somos tod@s iguales.
Como diría Serrat: "Defender la utopía, por encima de todo"