domingo, 1 de junio de 2025

Los funcionarios y el péndulo de Schopenhauer

 

Un estudio de CSIF revela que el 45% de los funcionarios consume ansiolíticos, antidepresivos o somníferos a diario. El 60% de los encuestados indica además necesitar ayuda psicológica, si bien sólo el 38% la recibe. Estos porcentajes son sensiblemente superiores a los de la población general, en un colectivo en el que a priori la ausencia de miedo a la pérdida del empleo parece que debería hacer que su salud mental fuera mejor frente a otros colectivos en situación más precaria.

 

Decía Schopenhauer, filósofo que no ha pasado a la posteridad por su optimismo, que “la vida humana oscila como un péndulo entre el dolor y el aburrimiento”. El ser humano tiene deseos que si permanecen insatisfechos provocan sufrimiento, pero si se satisfacen, pronto desembocan en aburrimiento. Sólo experimentamos felicidad mientras el péndulo oscila entre una y otra posición, pero esta felicidad es necesariamente efímera porque el péndulo nunca se detiene en los puntos intermedios.

Podemos intentar aplicarlo a una persona que no tiene trabajo, lo que le provoca sufrimiento. De repente, consigue un empleo en una empresa, por lo que experimenta una gran alegría, el péndulo ha abandonado la posición de sufrimiento y en su tránsito provoca felicidad.

Pasado un tiempo, especialmente si el trabajo es monótono y repetitivo, empieza a caer en el aburrimiento. El tedio le asfixia poco a poco y sólo el alivio de las vacaciones y los días libres dan sentido a su vida.

Entonces, rumores de fusión de su empresa, de cambios físicos en las oficinas que provocan traslados, de posibles ERE que implican despidos, generan inquietud y sacan del aburrimiento a nuestro empleado. Al salir de la posición de aburrimiento, al principio provocan algo de felicidad por el hecho de romper la monotonía. Las conversaciones entre compañeros se vuelven más interesantes e incluso el empleado sueña con las nuevas actividades que emprendería en su vida si se quedara sin trabajo. Siente de nuevo la libertad.

Pero pronto el péndulo se sitúa en la posición de sufrimiento. El miedo a perder el trabajo se apodera de nuestro empleado, siente el peso de los gastos a los que no podría hacer frente si sus miedos se materializaran.

En este punto, la empresa garantiza todos los trabajos o se produce un ERE, pero a él no le afecta. De nuevo siente la felicidad y valora su empleo como no lo hacía en mucho tiempo. El péndulo está oscilando una vez más entre el sufrimiento y el aburrimiento, y durante un tiempo, nuestro empleado será feliz antes de caer de nuevo en el tedio.

 

El péndulo de los funcionarios está eternamente detenido en la posición del aburrimiento y nunca oscila. La felicidad sólo se presenta en el instante inicial de obtener la plaza, pero una vez transcurridos los primeros meses o años, el péndulo llega a la posición de aburrimiento y se detiene ahí para siempre. Al no existir miedo a la pérdida del empleo, éste se deja poco a poco de valorar. El péndulo nunca oscila hacia el miedo y por tanto no puede oscilar de nuevo al aburrimiento, han desaparecido esos puntos intermedios que producían la efímera felicidad.

El funcionario no sueña con dejar su empleo y buscar otro, ni con las ideas que emprendería si tuviera que empezar de cero, porque uno no puede abandonar algo que sabe que es seguro, aunque se sienta encerrado dentro.

 

Puede que el péndulo de Schopenhauer aplicado al mundo laboral nos ayude a explicar, aunque sea en un pequeño porcentaje, alguna de las causas que motivan los malos datos de salud mental reportados por los funcionarios. Y cómo a veces, los privilegios se pueden volver contra nosotros mismos y la fortaleza que creemos que nos protege, se puede convertir en nuestra prisión. Sólo nos queda luchar por acondicionarla y valorarla, para tratar de simular que el péndulo se sigue moviendo.

 

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